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En estos precisos instantes, lo poco que quedaba ayer del Hotel Maxi de Santa Cruz se viene abajo. Queda recoger todo este material y llevárselo lejos; a hacer montaña en un vertedero. Con las piedras y el polvo, muchos recuerdos de mucha gente de Oleiros. Ayer, hasta podían verse lágrimas en los ojos de los espectadores que hacían piña en el Preludio y la Siesta. Móviles en mano dejando constancia de como se va un viejo amigo. Un amigo de esos gordos y feos… pero que todo el mundo le coge cariño. El típico ‘cuñau’ que siempre de se emborracha en las bodas. De momento, le vamos a echar de menos. Pronto llegará cuándo veamos en su falta una enorme posibilidad de tener un pueblo de Santa Cruz mucho más bello. El comentario general era, además de la espectacularidad del momento y la exhibición de precisión del palista, la falta de imaginación a la hora de sacar provecho de un punto en el espacio y el tiempo tan importante como este: la continuidad parque -> paseo -> puerto que ya se entreveía ayer quedará perfectamente clara a lo largo del día de hoy. No puede ser que ahora esto quede como un descampado. Sinceramente, ahora desde la Praza do Mar, abajo del Repicho, parecerá que el pueblo se ha divido en dos. Los Preludio, Siesta, Ficoga y compañía severán lejos; porque el Maxi, aunque feo, acortaba ese camino: amparaba un poquito. Y desde aquellos, el viejo pueblo se verá, que no es poco. Tendremos un nuevo ‘skyline’ enmarcado por la nueva plaza de Ester, que ya casi está. La vida seguirá… y el recuerdo del Maxi también. Ojalá se les ilumine la bombilla y se les ocurra alguna de las muchas cosas preciosas que allí se pueden hacer. El sitio lo merece. El fantasma también…

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