el hilo ‘musical’ que se desprende de la investigación de las ayudas que el tal Dorribo recibió de Pablo Cobián viene a demostrar un paulatino enfriamiento en las relaciones entre ambos.
No es ilógico. Es perfectamente comprensible que Pablo Cobián haya actuado (lo hizo en otras muchas ocasiones) con afán de ‘servicio’ en sus gestiones a favor de NUPEL. Es perfectamente creíble que a Pablo Cobián no se le haya ni pasado por la cabeza que, tal vez, el apoyo de esa NUPEL a la carrera como piloto de su hijo estuviese ligado a las gestiones a su favor en la Xunta; y no a las aptitudes automovilísticas del chaval.
Y es que Dorribo, a los ojos de un gran número de personas (políticos incluidos), es un empresario de postín. ‘Crea muchos puestos de trabajo’ y ‘hace mucho dinero’ que gasta en sí mismo y en sus amigos. Dorribo es una especie de empresario ‘triunfador’ Made in Spain… de los de Esteso y Pajares. El triunfador del pelotazo inmobiliario. El presidente del equipo de fútbol. El Manager del grupo musical de éxito. El apoderado del torero más valiente. El de los billetes de 5.000, las rubias despampanantes y las cadenas de oro.
Sin embargo, gracias a que los Dorribos son una minoría se puede vivir en este país. La mayoría: los miles de empresarios preparados y esforzados que las están pasando canutas para salir adelante con la que está cayendo. Esa mayoría ve como en la marejada de la crisis hay cuatro ‘Dorribos’ que se mantienen a flote sin dificultad. Desde el otro punto de vista, desde el punto de vista del que no es empresario, sólo se ve a los cuatro Dorribos ‘surfear’. El perfil puede ser impreciso, pero siempre es similar: desde Orange Market hasta Noos, desde el Palau hasta el Aeropuerto de Ciudad Real, desde Palma Arena hasta Nupel, Bancaja, Seseña, Caja España, Marbella o Novagalicia Bank… Los Dorribos que hay detrás de todos estos casos ‘escandalosos’ siempre contarán con el esfuerzo (interesado o no) de los Pablos Cobian de la política española.
Los concellos, las diputaciones, las consellerías, las secretarías, los ministerios… están llenos de buena gente, de sobra preparada, que hace su trabajo lo mejor que sabe y lo mejor que puede. Políticos y no políticos. Unos entienden que su trabajo consiste en poner las condiciones en las que todos tengan (más o menos) las mismas posibilidades de salir adelante. Pero otros entienden que su trabajo consisten en ayudar o facilitar esas condiciones a quien se lo pide; y eso pone en la cuerda floja el esfuerzo de todos ellos.
Me estoy refiriendo, claro, a los que, si lo hacen, lo hacen siempre desde la buena fe. A los que valoran esa supuesta ‘labor social’ del empresario; los que valoran su esfuerzo por la conciliación, la incorporación laboral de sectores desfavorecidos, la inversión en ONGs… Los otros son unos chorizos y unos delincuentes. Evidentemente, esos chorizos y delincuentes son una minoría (notable… pero minoría). Lo que no me parece tan evidente es que haya ese desequilibro numérico entre los otros dos grupos. Entre los que pelean por imponer unas reglas de juego iguales para todos y los que se esfuerzan en poner esas reglas al servicio de unos pocos; para ellos, especiales por ser más (o, incluso, mejores) ‘empresarios’ que los otros.
Insisto en que la intención de este editorial es romper un palo a favor de Pablo Cobián, vecino nuestro, al fin y al cabo; y del que, los que lo conocen bien, dicen que no es mala persona. El problema fue que Dorribo encaja perfectamente en la imagen de ‘empresario’ que tienen en su cabeza buena parte de los políticos de este país; independientemente de su color o del color de su partido.
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EDITORIAL| El caso de las ‘escuchas’ da un nuevo e inesperado giro. Cuando ya estábamos hartos de ‘amiguitos del alma’ y cursiladas por el estilo; parece que