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Estaba en el bar, en el de siempre. Con su gente de siempre. En la terraza había un perro. Un cachorro de Rott Weiler; de un año. Con bozal y correa. Con su dueño que tiene cabeza, seguro y sabe perfectamente la responsabilidad que trae criar un bicho de esos. También era el cachorro de siempre… hasta ese día. A Lola le encantan los perros. Tiene uno que le ladra desde la ventana, justo enfrente. Nadie sabe cómo se le ocurrió. Lola le quitó el bozal al perro y le acercó una loncha de jamón. Entonces Lola perdió el equilibrio… nadie sabe por qué. El caso es que el perro le alcanzó la cara con su boca. Puede ser un antes y un después para Lola. Para el bicho, suponemos, va a ser bastante peor. Un año y, casi seguro, hasta aquí llegó. Lola está desde entonces ingresada en el CHUAC. Cura tras cura… Todo acabará cuando los médicos decidan si le intervienen quirúrgicamente las señales que le quedan del choque. De momento no se puede valorar la pérdida de sensibilidad o de movimiento porque la zona está muy inflamada. Se temía por el ojo pero se ha salvado. Todos deseamos que siga mejorando y que vuelva a atronarnos con su voz desgarrada cuanto antes. Cómo está Lola depende de a quien preguntes. Recibe visitas diarias. Unos vuelven más animados. Otros descorazonados. Habrá que preguntarle a ella cuando vuelva. No si volvería a quitarle el bozal a un Rott Weiler para darle una loncha de jamón… porque eso ya sabemos que sí. El mordisco no le dolió. Quiere tanto a esos bichos que lo que más le preocupa es lo que le pueda pasar al pobre animal. Pero tenemos que ser sinceros. Hay razas de perro que pueden ser ‘animales domésticos’… pero nunca ‘animales de compañía’. Una vaca te patea y te rompe las costillas… y no es culpa de la vaca. Es que una vaca tampoco es un ‘animal de compañía’.