De las puertas plegables de los auditorios, en la entrada principal del Centro Cultural A Fábrica en Perillo, cuelgan una extraña colección de fotografías.
Son fotos de chicos y chicas que sostienen en sus brazos otras fotos: retratos del pasado.
A cada foto acompaña un texto.
La idea de la exposición es que cada chico y chico se hizo con la foto de algún familiar lejano. Lejano en el tiempo. Indagó (porque muchas veces esto es cuestión de indagar) sobre la historia jamás contada de ese desconocido para él o ella. Y se encontró con las maravillosas aventuras de la gente común.
Textos muy pulidos en galego focalizan cada foto en la expresión ausente… como aquella que tenían los indios en las películas; de aquel pariente que emigró, que padeció, que peleó o, incluso, que desapareció; para que todos nosotros podamos hoy disfrutar de todo lo que disfrutamos. En teoría… porque luego el disfrute, pues depende.
Leemos como la frase, curiosamente, acerca al protagonista en el tiempo. Y digo curiosamente, porque muchas de estas historias del pasado cuentan realidades del presente y hacen mención, también, a pronósticos del futuro.
Cada chico y cada chica que sostiene cada foto… ¿se ha dado cuenta de que la lucha continúa? La miseria que llevó a su tío abuelo a Uruguay, a su bisabuelo a matar o morir por España o a su abuela a tener como único futuro servir en casa de algún preboste, hasta que su belleza adolescente obligó a la esposa del preboste a decretar su ingreso en algún convento perdido por ahí; se repite o se repetirá hasta el infinito… en pérdida constante de tipo ‘asintótico’ que garantice que siempre esté; aún en su mínima expresión.
Cada abuelo y cada abuela, los padres de todos ellos, sus abuelos a su vez… todos ellos fueron víctimas y producto del fanatismo, de la ignorancia, del desprecio por el igual y el mucho mayor desprecio por el ‘inferior’… aunque inferior sólo quiera decir ‘distinto’. Salvo la nieta de Ponte, ninguno cuenta una historia de final feliz; pese a que todos ellos están aquí… y apostaría que eso, para cada antepasado de blanco y negro, ya sería todo un logro.
Cuando un quinceañero o quinceañera se entera de lo cerca que está su vida de la vida de su tatarabuela, de todo aquello que estudia en la clase de historia; tiene la oportunidad de ver esa historia con otros ojos. Los que lo hicieron bien, igual que los que lo hicieron mal, lo hicieron en unas circunstancias muy concretas. No es culpar a las circunstancias; pero sí es planteable que, en la perspectiva 2013, hay circunstancias que no deberían darse. Y sin embargo se dan.
Fuera de la magia de luces y sombras fotográficas… me quedo con la esperanza de que esos chicos y esas chicas reflexionen sobre esas circunstancias.