José Enrique Santos | EDITORIAL
La compañía Mofa e Befa ofrecieron ayer un pase de su espectáculo «Cociña económica» en el Auditorio Gabriel García Márquez de Mera.
El lleno no estaba garantizado; pero fue casi absoluto.
Esta vez, los dos con cincuenta se pagaron con gusto. Los casi 20 años que esta pareja lleva sobre las tablas se notan… y más aún si sirven para atraer la colaboración de otros monstruos de la escena como Quico Cadaval.
La industria cultural gallega es un sector estratégico. Tener un idioma propio la convierte en eso. Las artes escénicas gallegas rebosan calidad… tanto la rebosan que la mayor parte de esa calidad trabaja y produce para compañías y productoras de fuera; aunque sea en castellano. No sólo pasa en el teatro sino también en el cine y en la televisión. A nivel producción, tras haber apoyado con miles de millones numerosos proyectos (algunos de grandísima calidad) durante los últimos 30 años; el Sector Cultural Gallego es poco más que un
«solar»; en parte porque la aceptación por parte del público (ese
«lleno» que decimos arriba)
nunca está garantizado.
Podemos seguir toda la noche discutiendo aquí sobre el teatro, sobre su futuro, su pasado o lo que va a venir ahora. Sobre su dependencia absoluta de las instituciones y otras juergas corales.
La dependencia económica de nuestra cultura lo es cada vez más de departamentos más y más pequeños… de Consellerías pasamos a Diputaciones… de ahí a «Fundaciones»; ahora a Concejalías luchadoras (alguna, casi, peleona) que se empeñan en ofrecer algo a sus vecinos semana sí semana también.
Pronto… esta actividad dependerá directamente de las Asociaciones de Veciños. En alguno de los ámbitos en los que opera, como puede ser la participación, ya lo hace.
Pero ofrecer «algo» porque sí… porque hay que llenar fechas; está bien. Lo está si hay una afición detrás que lo demande y que lo apoye. Si no hay esa afición hay que crearla… y para crearla hay que tirar de gente como la de ayer.
No más pases de «amigos» en el García Márquez. Media docena de actuaciones como la de ayer al año y conseguiremos esos «300» que vayan, que sigan, que critiquen y que aplaudan.
Es ese tipo de afición la que salvará al teatro… no la caridad de una concejalía ante el grupo salido del Taller de «Noséqué»… Eso también… Pero eso después.
Patricia Gomez Lamas
El teatro debería ser una asignatura obligatoria en educación