ivan cotado me encontré con un artículo que viene al pelo para muchas cosas que están sucediendo.
Cuenta cómo se realizó el experimento social que dio lugar a la Teoría de las Ventanas Rotas.
El psicólogo Philip Zimbardo dejó, a la vez, dos coches estacionados en dos puntos ‘representativos’ socialmente de EEUU. Uno en el barrio del Bronx neoyorquino y otro en Palo alto, California.
Ambos con los seguros de las puertas abiertos.
Cuenta el exprimento que el coche en el Bronx sufrió todo tipo de robos durante cerca de un mes; momento en el que fue incendiado. En ese tiempo, el vehículo estacionado en Palo Alto no sufrió ni un arañazo.
Esto demostraba que el entorno social era de gran importancia para la seguridad. Pero Philip fue más allá. Una noche ordenó romper una ventanilla del coche de Palo Alto. No bajarla; romperla.
El vehículo de Palo Alto acabó semidestruido en el depósito de Los Ángeles en menos de 48 horas.
En base a este experimento, James Wilson y George Killing elaboran la teoría de las ventanas rotas: Si en un edificio se rompe una ventana y no se arregla a tiempo, todas las ventanas y el edificio entero acabará igual. Y aún más: el efecto llamada del abandono y la desatención es idéntico; independientemente del nivel económico, social o cultural del entorno.
Era una Teoría… nada más. Pero tuvo su oportunidad de llevarse a la práctica.
En 1979, en plena oleada de violencia pandillera, delincuencia y drogas en New York; el Metro era un lugar sórdido y peligroso; bastión de pandillas que formaban verdaderos ejércitos. Nadie, ni la policía, se atrevía a bajar allí. Cualquier chorizo que operase en superficie, sólo tenía que alcanzar la boca más cercana.
A mediados de los 80, se contrata como asesor para el Metro de NY a ese tal George Killing; el coautor de la Teoría.
Se puso en práctica por el libro. Las estaciones se limpiaban varias veces al día. Las pintadas se borraban, el mobiliario se reponía. La gente se escandalizaba al ver cómo el fuerte de los indios más bien parecía el Palacio de Blancanieves.
¿Cómo es posible que con 2300 (dato de 1990) asesinatos en un año, a esta gente se le de por limpiar?
Pero la cosa funcionó: los datos de delincuencia, no sólo en el metro, sino en toda la ciudad descendieron como por arte de magia a lo largo de los 90 hasta situarse en niveles de entre 500 o 600 asesinatos anuales; que no es la panacea, pero estamos hablando de una de las mayores metrópolis del mundo. Todo pasaba por lograr que los neoyorquinos estuvieran encantados con ‘su’ metro.
Y ¿a qué viene este tío contando todo esto? Pues a que no sé si está mejor ahora Santa Cristina porque cerró Bambina. Ni sé si estará mejor Santa Cristina si cierra El Pajarito…
Sé que Santa Cristina estaría bien si no hubiera sufrido los años de abandono que sufrió. Eso no se puede cambiar. Pero sí se puede reparar… Donde hay un roto hay que arreglar. Donde hay una pintada hay que borrar. Donde hay un local vacío hay que dar posibilidades para llenar.
Eso es lo que salvará Santa Cristina; y no los cierres.
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